Llévale flores a la impronta.



He ahí frente a mí un diez de espadas. La ruina. Un pacto de dos que no podrán contra el pacto de los otros ocho, aunque sean estos los verdaderos filos del presente y los otros meros fantasmas de guerra. Mi ánimo está abatido de ver una y otra vez estas espadas, una vez alzadas al cielo con la autoridad de la celebración de votos, del compromiso irrefutable de la alegría, con el cristalino beso metálico del brindis, tantas veces dadas por tierra tras estrellarse contra los envites de aquella otra alianza, oscura e inmediata: la confabulación de lo inmutable, la presencia terrible y fatua de lo que ha fallado en el pasado, la asociación de perversas energías que se arrastran desde la precisa inmensidad de nuestros días hasta hoy mismo para echar su sombra como una maldición sobre nuestro tierno presente en nombre de aquello que no supimos comprender una vez. Todo tan lejano a nosotros mismos encontrados este día como lo están la mano del tirano que hoy empuña injusta e impertinentemente el acero y el arte del forjador y la mano que un día le concedió la incomparable nobleza al arma.

Es claro que esos dos halcones de acero que rasgan el cielo abriéndose paso entre las nubes de tormenta, somos nosotros dos, mi amor. Pero también es igual de cierto que los vientos del pasado, de los efectos de causas que nos hicieron lo que somos, de deudas elementales que debemos pagarle al destino con la verdad, por no decir con la desilusión aunque sea lo mismo, nos impiden controlar el vuelo para encontrarnos en el aire inmaculado, en el seno de un azul pacífico y abierto, y que todo filo aunque libere de su forma lo que corta, tiene empuñadura propia.

Si fumara me encendería un tabaco ahora mismo para tomarme el tiempo de no saber, para demorar la pena que sin duda ya comenzó a volcarse lenta e irrefrenablemente en el estanque de mis días como una gotera de veneno, de sucia purulencia que se rezuma de una negra copa oculta en lo alto bajo el aciago trono de algún ángel caduco, inalcanzablemente eficaz. He perdido también la confianza en el llanto, sino también tentaría aunque lastimeramente contrarrestar la contaminación de esta secreción con las limpias y poderosas lágrimas que mi corazón ante la urgencia produjera a guisa de antídoto.

Busco la muerte en el mazo y la pongo sobre la mesa como si fuera una desesperada solución, un vaso de cicuta, un arma cargada, una vieja carta de amor, una palabra brillante que me inspirara fe y amor. No tengo otra salida que cambiar. El que era no dispone de posibilidades para seguir siendo. Se ha secado el pozo de donde provenía el hermoso eco que producía tu voz en la oscuridad de la memoria. Se ha curado el loco. Se echó a andar el tiempo. Se agotó lo interminable.

Ayer me escondía entre las cañas y oía tu voz desafinando canciones mientras, trepada a una escalera, blanqueabas las paredes con una extraña fascinación de pertenecer a la vida. Desde mi subterfugio codicié todas y cada una de las notas de tu tarareo, y bebí de todas las gotas de sudor que te nacieron de la frente, y sonreí contigo en cada pincelada de cal que se salía de la pared y ensuciaba el techo de madera o soltaba una salpicadura al suelo. Y en toda minuciosa acción que emprendía tu cuerpo poseído del presente me pregunté si no existiría la forma de vivir para siempre así, siendo tu espía, como un espíritu que te rodeara y que se fundiera con tu perfume para favorecer cada uno de tus movimientos, para soplar tu cabello en forma de brisa cuando se te cayera sobre los ojos, para agarrar tu mano cada vez que iniciaras un gesto y sonreír invisible cada vez que tu corazón se alegrara de acompañar el desfile de tus días con su frágil bombo. En mi imaginación floté en el aire en torno tuyo y te abracé como la luz del sol reflejada en las blancas paredes, y todo fue perfecto porque te amaba esféricamente, sin necesidad de la geografía de la vida, la carne, el deseo, el devenir, el tiempo. Ya eras mía, mas mía de lo que nada puede ser jamás sobre esta mísera existencia porque yo te alcanzaba mas allá de la tragedia y los paradigmas de esta dimensión que todo lo separa.

Porqué he de tener una forma? Porqué esa forma es una roca que quiere abrazar a otra? Porqué estas rocas, que son el mismo cuerpo, han caído al agua y han quedado allí en el fondo de un mar turbio e inquieto separadas como un solo ánima en dos trozos incompletos?

No hay peor desgracia que la de pretender unir lo que es separado, vencer la naturaleza propia de los mundos, volar por encima de los cielos que fueron previstos para los habitantes de este mundo. Y es exactamente eso lo que nos anima y sostiene sobre nuestras piernas, la probabilidad de volar. Y es el sueño de no estar separados lo que nos hace compañía en la inmensa soledad de ser únicos. Que lo opuesto se atraiga, es un ardid del universo para cagarnos la vida? A eso se referían los antiguos imaginando que los dioses eran caprichosos y perversos?

El amor imposible es un desafío alquímico más bien.

Eso es lo que pienso. Y parado sobre esa abyecta y deforme ocurrencia, es desde donde vislumbro por primera vez la solución, el horizonte del naufragio, la promesa de una tierra en donde ya no estemos separados. Qué importarán entonces, amor mío, las diferencias que nos enfrentan sobre estas áridas tierras que llamamos presente, cuando lo que vamos a conquistar en nombre de nuestra pura adoración tiene bajo sus dominios los caprichos del tiempo también? Río ahora a carcajadas en medio de la noche, sin temor a despertar a ningún santo, porque en aras del amor sé que conquistaré el cielo y la tierra juntos.

Bueno, tu lugar seguirá siendo en la tierra. Así es tu naturaleza, tu belleza física que atrae hacia sí todo lo viviente, la lozanía con que se mueve tu ser entre las demás criaturas reinando amablemente. La forma en que tu ser expresa lo evidente a través de la presencia misma, con simples gestos, con la plenitud de la práctica sabiduría. Basta con haberte visto ayer sorteando el desorden de la casa, la forma en que la luz que entraba por las ventanas te envolvía como a una criatura a la que la naturaleza cuida como a una hija, el perfume que desprendía de tu pelo la fugitiva brisa asolada de la tarde ávidamente para robarlo llevandolo afuera hacia el jardín como una ofrenda ganada a una deidad. Si, vos serás la roca que emerja del agua en forma de montaña para buscar el cielo.

Yo seré el que vuele al otro lado del mundo en busca de la altura del mismo imposible! Me arrellano en mi silla frente al escritorio saboreando el instante en que esta carta te revele la mágica fórmula y comprendas mis acciones futuras. Ya puedo oír las trompetas de una gloria que podré compartir contigo. Seremos los únicos seres que hayan conseguido unir lo irreconciliable.

Todo es sencillo ahora que sé que el amor es indestructible, y que la carne es solo un impedimento. Que el cerebro y la corpórea seidad condicionan al alma a ser solo un aspecto de si misma y así es que cae una y otra vez en el error de diferenciarse del resto de las cosas por oposición. Pero claro que no es así. Que nosotros somos la misma cosa. Que somos dos extremos del mismo espíritu cuyo único error fue encontrarse diferenciados por la impronta de la carne.

Cómo no pude darme cuenta antes? Ahora me resulta tan banal cada uno de nuestros enfrentamientos, tan inútil el hecho de discutir sobre las minuciosidades de nuestra personalidad. Ahora que todo es tan claro. Te acordás que vos querías el dormitorio azul y yo lo quería rojo? Nada de eso ya importa desde este momento. Ni que no te guste la misma música que a mi, ni los mismos libros, ni que no nos agrade la forma de vestir del otro. Toda trivialidad perderá entonces su falso valor, vida mía, y resurgirá de la esencia misma de la verdad, desde el pacto atómico de nuestro amor, lo único esencial que nos une a pesar de ser tan distintos.

Dejo un momento esta carta para ir al baño y de vuelta me agacho frente al viejo ropero. En ese cajón olvidado, donde solo han caído papeles, títulos y recibos anacrónicos, también esta el instrumento de esta sabiduría, el pobre artífice de este milagro. Siempre lo estuvo. Lo recojo ceremoniosamente y lo apoyo con cuidado en el escritorio, a un lado de mis papeles. No parece ser una solución mas que para quien ha sabido comprender las improntas de este amor tan desafiante. Cierro los ojos y nos imagino ahora en paz, enfrentados en serena postura como dos imágenes de un templo que representan dos cosas distintas pero que se han enamorado fugitivamente, mientras oficiaban la misa en la nave principal. Dios nos ha bendecido con la mutua atracción, fuerza ésta que hace que comprendamos lo inalcanzable como si fuera parte nuestra. Y si el demonio ha puesto entre nosotros este mundo…entonces habrá que quitar de en medio el mundo.

Veo por la ventana que esta la luna llena, redonda como una mujer encinta. Me sonrío pensando en que quizá para alguien esta locura que me ha tocado quitarme de encima pueda serle atribuida a la influencia de esa piedra muerta suspendida en el espacio. No es gracioso? Qué fáciles conclusiones se pueden sacar de aquello que se desconoce minuciosamente. No puedo evitar pensar en aquellas amistades que asistieron a nuestra aparente separación, aquella tarde en que tiraste mi computadora por las escaleras, tratando de consolarnos con palabras vacías y faltas de entendimiento como: “flaco, ustedes no tienen nada que ver uno con el otro”, “desde que se conocieron pelean porque no son iguales”, o “a ustedes los une el odio mas que el amor, date cuenta”. Idiotas! Como explicarles a esos ignorantes que nosotros nos conocimos en esta vida para desafiar la vida misma? Para lograr lo irrealizable?

Amor mío. Amanece. El tiempo apremia. No puedo arriesgarme a ser atendido médicamente con prontitud y no poder deshacerme de este cuerpo que me ata a las diferencias de la vida y las dualidades del pensamiento, definitivamente. Ya estuve calculando mientras escribía esta carta, pues he de ser muy preciso, el ángulo que seguirá la bala y por donde saldrá exactamente, llevándose con ella las maliciosas telarañas de mis experiencias terrenales. Espero sepas comprender el desastre de la habitación. No se si te permitirán ver la escena cuando encuentren el despojo de mi existencia abandonado para siempre. Esta carta la pondré ahora mismo en el buzón del edificio para que llegue a tus manos cuanto antes sea posible. Y no quiero despedirme sin antes pedirte perdón por haber nacido tan distinto a vos, y en tan mala disposición de carácter como para cambiar. Aparte de agradecerte haberme hallado y haberme hecho descubrir que te amo tanto y tan profundamente como para dar este salto cuántico sin temor a que seremos felices unidos por lo único que nos une.

Lo último que pensaré será aquel día que subimos a la azotea y atardecía, y contra los bronces y encarnados del ocaso tu silueta susurró aquella eterna promesa de amor y luego calló por mucho rato junto a mí. Y supe que estábamos unidos para siempre inevitablemente.

Llevale flores a la impronta, si te acordas. Ok?

Hasta siempre.

2 comentarios:

Txus dijo...

Escucho Joy Division mientras leo tu post y me asusta un poco la posibilidad de hallarme frente a una No-Ficción. La música acompaña bastante.

Miles de veces, me he puesto a pensar en las trivialidades en las que caemos (se me viene a la mente un trozo de canción de cierto enano detestable de rastas rubias que dice: "How many clothes do you need to be yourself?/ how many money?/ how many power do you need to be yourself?") y siempre llego a la misma conclusión: nada es tan importante y nada vale tanto la pena.

La imagen de alguien tirando una computadore por la escalera me causó bastante gracia, je.

Saludos!

**Sweetblood** dijo...

interesante





saludos