No dejes la puerta abierta




Se cuela la noche. El hálito descendente de inmensos vacíos se cae dentro de la casa y huele a siesta, a sol que ya no está, al último esfuerzo de tu ropa dejada sobre una silla por recordarme tu piel siempre amada. No se si ya sabia esto: pero la soledad es un estado muy fértil, magnético, peligroso para la soledad misma.
A través de la puerta entreabierta, se ve el negro insensible del silencio frío que quiere escurrirse, lleno de follaje crujiente y motores lejanos perseguidos por perros fantasmas. La brisa helada que se acerca a mi cara se detiene un instante frente a mi y me besa los ojos cerrados.
Debería sentirme desgraciado o afortunadamente rechazado de un Eden barato? Tu amor es una trampa tan evidente, que caida la noche su perfume apenas seduce.
Pero la sensible luz de tu lejania entrando por la puerta entreabierta es una invitacion biblica a ser redimido, a bañarse en ese dolor recordado, a pedir mil veces perdón por no haber muerto en la batalla, por ahora estar tan vivo y tener que vivir sin vos. No, nada en realidad es redimido. Todo lo que somos es lo que hicimos, y lo que yo soy vive en tu alma como un ángel perdido en un universo que no es para el que fue creado.
No me gustan las metaforas de ángeles porque parece que uno siempre esta por encima del dolor, vuela libre por sobre la miserable vida, cuando la verdad es que nuestra carne se arrastra cargando ese doloroso vacío por esta inmunda soledad, esperando encontrar en el camino al menos una tumba donde echarse a olvidar. Bueno, es el poder falaz de la literatura. Algo que de todas formas no sirve para nada, dejada la pluma a un lado. Y la ilusion es el mismo poder que sustenta lo real.

Tras el velo invisible de todas las tragicas elucubraciones, esta noche, quizá no haga mas frío que siempre, y la asesina criatura de mi fantasía no halle el resquicio de mi puerta, y yo concilie el sueño sin mas presagios de enferma inmensidad.

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